Hace no mucho tiempo vivía en ese mundo más hermético que el bancario incluso, el mundo de las telecomunicaciones. Un mundo que pocos vieron realmente el cambio en su día, hará ya 20 años, que se dicen pronto, pero algunos es el tiempo que llevamos moviéndonos mientras queremos seguir comunicados.
Hace unos meses planteaba el pensamiento que tenemos actualmente de vivir la vida a través de una pantalla, y ahora os planteo la necesidad irrefrenable que tenemos de comunicarnos. Aunque no sea necesario. Casi todos los que podemos decir lo del párrafo de arriba, y los mayores a nosotros, hemos vivido esas situaciones de salir y no tener forma de llamar a nadie, porque las comunicaciones no eran activas, sino reactivas y localizadas, sobre todo localizadas, porque eran fijas, un término que ahora usamos poco más que para decir dónde tenemos el router de casa.
Pero 20 años, en un mundo basado en la tecnología y el avance de esta, da para mucho, por mucho que esos operadores deseen controlar todo, mantener el negocio como lo tenían. Se conectaron a internet, porque la tecnología las permitía otra fuente de ingresos, muy generosa sea dicho, e internet les pasó por encima.
Actualmente, gran parte de la población, en cualquier parte del mundo, hay sitios donde es más fácil el acceso a la banca móvil que al agua, está conectada de manera activa y deslocalizada, pero sigue teniendo esa necesidad de comunicación, o más bien, de cotillear, aunque las madres lo camuflen con la frase: «es por saber si habéis llegado bien».
La conectividad abierta a internet revolucionó como nos comunicamos, y los teléfonos dejaron de ser teléfonos y los operadores, aunque insisto que muchos o no se han dado cuenta, o no desean saberlo, se han convertido en camioneros, en transportistas de datos.
Ya no son los que ponen las autopistas de la información y las controlan. Ya no son los que controlan cuándo y a dónde puedes llamar sin que ello te lleve una suma importante de dinero. Llegaron lo que en el mundo telco se llaman, las aplicaciones OTT.
Y aunque realmente no llegaron ahora, llevan mucho con nosotros, con muy diversos nombres y funciones, se empezaron a expandir como la pólvora cuando una llamada se volvió en algo impertinente, ya que antes las llamadas las recibías a unas horas si eran personas importantes para ti, y a la hora de la comida, siesta y cena si era telemarketing (cómo lo odio y he trabajado en ello). Pero ahora no, ahora llamábamos más, aunque fuera para preguntar si ibas a comer y responder que si, porque salía además más barato que un SMS, no hablemos cuando llegaron las planas de voz.
Pero aunque esto no hacía augurar nada, el mundo de las apps empezaba a despuntar, los usuarios cada vez daban más importancia a la comunicación y no a como realizarla, y sobre todo a la inmediatez de la misma, y si encima evitaba la impertinencia. Las aplicaciones de mensajería comieron el mercado a las funciones de mensajería de los ahora camioneros. Las OTT de mensajería.
Pero el ser humano quiere siempre más, y si puedo mandar un mensaje sin mandar un SMS, por qué no iba a hacer lo mismo con la voz, y empezaron los mensajes grabados. Ya había otras apps que hacían lo mismo y más, pero la que da lugar a este texto, simplificaba el uso. No llegó la primera, pero se surtió de las buenas cosas de todas y las hizo sencillas.
Ahora, después de ser una tecnología muy antigua, llegaba el momento de la VoIP, que no deja de ser una cosa que ya se usaba, y mucho, los locutorios, Skype, e incluso el difunto MSN Messenger. Pero como en su día pasó con traer demasiada tecnología, la aplicación del logo verde y un teléfono, ha sabido traerlo a tiempo y generar la necesidad en sus usuarios. Trayendo las llamadas.

Y es que en menos de un año, que es lo que lleva WhatsApp con el servicio de llamadas incluido en sus sistemas, ya tramita la friolera de 100 millones de llamadas al día. El truco de esta tecnología, aunque ahora os funcione bien, en tiempos pasados con peor ancho de banda, era posible escuchar antes el final de una frase que el principio, porque no asegura el orden ni la llegada de los paquetes que transmiten la voz, no son un recurso exclusivo para tu llamada, como si lo es cuando usas el servicio de telefonía, por eso, estos servicios no sirven para llamadas de emergencia, ya que no es un canal confiable.
Pero, la gente necesita comunicarse, necesita hablar con gente que lo mismo, más como están las cosas, no está ni si quiera cerca, sino a bastantes horas de avión. Y el coste de las llamadas, locutorios y tiempo… hacen un caldo de cultivo para que WhatsApp, que ya tenía al usuario mandando mensajes, ahora sea un buen enemigo de telefonía para los operadores, un OTT de telefonía. O lo que es lo mismo para mi, tu centro de comunicaciones global, tu sistema de comunicaciones, tu OTT de comunicaciones, usando un camion, como es el operador, para llevar tus mensajes.
Enhorabuena por el crecimiento que han tenido estos servicios, me hace ver que no estaba equivocado y que no veía tan mal como se me hizo pensar. Ahora es el momento de que los operadores y los fabricantes de sistemas, se den cuenta de que el operador es «dios» si se me permite la expresión para el sistema de comunicaciones del móvil, por lo que, volver a tomar riendas, no debería de ser difícil, pero aquí viene lo malo, es necesario un apertura de sistemas, un cambio de mente, abrir el meló de los operadores y sus sistemas de control para integrarlos mejor con el usuario.